Reportajes

El homeoffice en pandemia, un mal ambiente para el radiopasillo

Por Katharina Redanz (dpa)

El colega Gómez tiene cara de no haber dormido en toda la noche y llama la atención que haya sido promovida la colega García: estos son ejemplos de los típicos chismes que se comparten al lado de la máquina de café en la oficina, el llamado radiopasillo.

Pero ahora, con la pandemia de coronavirus, muchas personas trabajan desde casa y no tienen oportunidad de cotillear en la cocina o durante el almuerzo del mediodía.

“Son tiempos oscuros para el clásico radiopasillo”, afirma la investigadora en medios Brigitte Weingart de la Universidad de las Artes de Berlín, quien trabaja en una investigación sobre chismes y rumores.

Además, los colegas ya no pueden hablar antes o después de los meetings o conferencias y según Weingart, los e-mails o chats no lo pueden compensar todo.

ARCHIVO – Durante la pandemia de coronavirus son muchos los que trabajan desde casa, ya no se da el encuentro casual en el pasillo o durante el almuerzo para conversar con los colegas. Foto: Klaus-Dietmar Gabbert/dpa-tmn/dpa

Tim Hagemann, psicólogo laboral de la Escuela Técnica Superior de la Diaconía en Bielefeld, Alemania, afirma que a esto se agrega que a través de los medios digitales ya no se cotillea como antes.

“Creo que la gente tiene miedo de hablar por estos medios como lo hacía en la cocina de la oficina porque tiene miedo de que alguien más los lea”, opina. Lo que más sigue funcionando en este sentido es el teléfono.

Para Weingart, el radiopasillo es importante. “Es un foro informal que permite liberar tensiones y soltar cosas que no se pueden decir oficialmente”, asegura.

“El hombre es un animal social y tiene la necesidad de compartir chismes”, dice también el psicólogo laboral Michael Kastner del Instituto para Psicología Laboral y Medicina del Trabajo en Herdecke, Alemania.

Esto se debe a que para las personas, las demás personas son siempre más interesantes y porque “podemos aprender de las experiencias y destinos de los otros”, completa Kastner.

Sin embargo, hay que distinguir entre las charlas informales entre personas sobre su día a día -como por ejemplo, durante el viaje en autobús al trabajo o con la nueva maestra de un hijo- del cotilleo. “Para cotillear siempre hacen falta al menos tres: dos que cotillean y una tercera persona sobre la que se habla”, explica Weingart.

“Si bien el chisme tiene mala fama, es un pegamento social que hace que el equipo esté más unido”, dice. El cotilleo cumple -siempre y cuando no lleve al aislamiento social- con importantes funciones.

Explica que, por un lado, el cotilleo presupone confianza en el interlocutor, y a su vez, crea más confianza aún entre los interlocutores.

Hagemann concuerda con esto. Cree que, hasta cierto grado, el cotilleo es sano y genera vínculos entre las personas. Siempre y cuando no se transforme en acoso laboral, Hagemann cree que un lugar de trabajo sin intercambios informales de información no es imaginable ni deseable.

“Es ingenuo creer que el cotilleo no existe en una empresa”, asegura.

La científica Weingart también cree que este tipo de cotilleo es importante para una cultura empresarial sana. De acuerdo con Weingart, es una forma de intercambio de jerarquías, “es decir, el arma de los subordinados a los que les son negadas posiciones oficiales de poder”.

Esto, en su opinión, explica también por qué el cotilleo se ha asociado tradicionalmente a las mujeres. “Eso tiene que ver con que las mujeres ocuparon durante mucho tiempo roles en los que tenían menos poder”, dice.

Esto les sirve también a los jefes: los cotilleos permiten descargar tensiones con los superiores sin que esto signifique quitarles el lugar.

¿Cómo modifica trabajar en modalidad homeoffice este intercambio informal? Kastner intuye que probablemente se eche más mano al teléfono para charlar con un colega o una colega porque la gente se niega a la soledad individual del escritorio.

“Los contactos se eligen más que en la oficina”, afirma. Pero está claro que la situación de homeoffice modifica los comportamientos comunicacionales.

En la actual situación se ve impedida la comunicación no verbal. Kastner señala que para las personas también es importante poder escucharse y olerse y parte de la base de que trabajar desde casa debido a la crisis por el coronavirus tendrá consecuencias a largo plazo.

“Los perjuicios psíquicos estarán en alza tras el coronavirus”, indica. Cree que la convivencia entre colegas también será distinta y que van a ser necesarias más medidas de formación de equipo.

Hagemann cree que es cuestión de tiempo. “Si somos sinceros, la verdad es que no sabemos cuánto tiempo llevará”, señala. Afirma que si esto sigue por dos o tres años más serán seguramente necesarios más esfuerzos, ya que la falta de intercambio informal en esta situación inusual no es tan fácil de compensar.

Por eso, Hagemann llama a la gente a mantener estos contactos informales aunque cueste. “Es necesario y uno tendría que cotillear de forma consciente. Es importante, ya que se necesita confianza cuando se trabaja en equipo”, asegura.

Weingart opina que, si bien con el homeoffice se perdieron algunos intercambios, la comunicación también tiene algunos componentes más privados. “En muchas videoconferencias los niños o las mascotas se pasean delante de la pantalla o es posible ver dónde vive un colega”, explica.

Esto no es posible en una vida de oficina normal y compensa un poco la pérdida del radiopasillo. Y por último, dado que la situación es nueva para todos, también es un buen tema de conversación con los demás. “El coronavirus también permite crear lazos”, añade.

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