Educación

Fragmentación grupal empeora dinámicas de bullying

En las aulas escolares se van creando subgrupos que compiten por el estatus social: los dominantes aprovechan dicha “autoridad” para aplastar a aquellos que son peor percibidos.

Los integrantes del grupo más popular asumen una especie de poder para inventar y propagar apodos, bromas y burlas que, repetidas constantemente, van perjudicando la autoestima de los más afectados, relegándolos dentro de la estructura social del grupo-aula.

Alguien, entonces, se inventa un apodo con el fin de burlarse de un estudiante que, por ejemplo, tiene una estatura muy baja. Los demás replican como un eco la ofensa y en el colectivo se instaura la idea de que esa persona no es grata, ni es interesante ni beneficioso interactuar con ella.

Justamente, del otro lado de la dinámica descrita por el psicólogo Luis Alberto Arias en un colegio privado del sur de Bogotá, están los segregados, quienes se convierten en un “foco de percepción social negativa”, según el magíster en Psicología de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.).

Forman un grupo aparte, no se les perdona ningún error, y cuando el daño no es psicológico ni físico, se les atacan sus pertenencias (destruirles, por ejemplo, alguna maqueta o algún documento), ante la complicidad silenciosa de los demás.

A tal punto, que estos adolescentes asumen un estado de victimización. Al captar la atención negativa, siempre piensan que todo, cualquier chisme, cualquier rumor de risa, va contra ellos. Ante dicho escenario, ambas partes reaccionan de forma agresiva, lo cual, a su vez, empeora la situación.

A lo largo de su investigación cualitativa-interpretativa, con un abordaje del clima social, el psicólogo Arias observó que dicha problemática se ha naturalizado: “los mismos docentes comentan que en Colombia vivimos en un entorno agresivo por naturaleza y que es necesario adaptarse a él”, comenta.

Así mismo, encontró que algunos profesores justifican el matoneo porque el perjudicado no respeta a los demás, es agresivo y, lo peor de todo, no se ajusta a las normas del colectivo.

Según la literatura científica, el bullying es una dinámica que es más crítica entre los 10 y 17 años. Sin embargo, mientras hacía su investigación, el psicólogo se percató de que también se presenta entre los mismos docentes: “unos aprovechan su posición de poder para hostigar a los otros. Se observan burlas, chismes y amenazas”, explica.

Un problema de comunicación

El autor llegó a estas conclusiones después de describir las dinámicas de acoso escolar entre pares en un salón de noveno grado integrado por 46 estudiantes y con siete docentes a cargo. Estuvo presente en algunas clases con el fin de analizar el comportamiento grupal.

Luego, dentro del ámbito de la psicología grupal, aplicó la adaptación cualitativa del Test Sociométrico de Jacob Levy Moreno, en el que se describen las redes de interacción. Allí, cada estudiante respondió con quién le gustaría relacionarse y con quién no en situaciones de entrenamiento y deberes académicos.

Después de aplicar el instrumento, entrevistó a alumnos (los que hacen bullying y quienes lo sufren), padres de familia, profesores y directivas del colegio.

Por último, cruzó todas estas informaciones con el fin de caracterizar las dinámicas de acoso dentro del grupo abordado.

El psicólogo concluye que no es un problema de estrato ni de tipo de colegio. Es un problema comunicativo, que se podría abordar al fomentar la asertividad y la resolución pacífica de los conflictos.

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