Coronavirus

El “incendio” del covid vuelve a prender en la ciudad española de Zaragoza

Zaragoza, España – AFP

En Aragón, una de las regiones más afectadas por el covid-19 en Europa ubicada en un noreste de España con los contagios en alza, vuelven los malos recuerdos: gran afluencia de enfermos, un exhausto sistema sanitario y un hospital de campaña.

Todo comenzó “en forma de brotes intrafamiliares” en “barrios populosos con una población desfavorecida” de Zaragoza, capital de Aragón, “que es un entorno francamente propicio para la transmisión” por la pobreza, el hacinamiento o la barrera del lenguaje, señala José Ramón Paño, especialista en enfermedades infecciosas en el hospital clínico universitario de Zaragoza. Esas “chispas iniciales” fueron avivadas con los llamados “eventos de supertransmisión”, como celebraciones familiares y ocio nocturno, y el “incendio” se propagó a los lugares de trabajo y las residencias de ancianos y ha puesto al sistema sanitario “bajo presión”, dice Paño.

En los últimos siete días, Aragón ha sido la región española con la tasa de contagios más alta, 270 casos por cada 100.000 habitantes, y ha registrado 242 hospitalizaciones y 32 decesos, según las cifras del Ministerio de Sanidad publicadas el martes. A principios de esta semana, prácticamente ningún turista paseaba frente a la célebre Basílica de Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza. El acuario fluvial, uno de los más grandes del mundo, volvió a cerrar por seguridad el 27 de julio tras reabrir por mes y medio.

Pero las calles peatonales de la quinta ciudad de España, con 675.000 habitantes, aún se muestran animadas. En el vecindario popular de Delicias, el más golpeado por la epidemia, se puede ver gente sentada en terrazas de bares y personas mayores paseando, sin mayor preocupación.

Otros, como Dolores Valencia Gómez, de 74 años, evitan salir “por miedo”. La septuagenaria terminó saliendo a la calle a comprar lotería.
Mientras algunos esperan pacientemente frente a las tiendas, otros forman filas frente a los centros de salud. “Hola, le llamo para la prueba PCR. Si está cerca, pase por favor”, se puede escuchar en el centro de La Jota, donde el teléfono no descansa desde hace mucho tiempo.

Los pacientes van entrando a una sala donde una enfermera con una “armadura” sanitaria (doble bata, visera, mascarilla, doble par de guantes) les introduce un hisopo por la nariz. En dos minutos, pasa el siguiente.

– Controlar las cuarentenas –

En la primera semana de agosto, Aragón efectuó entre 3.500 y 4.000 tests PCR de diagnóstico al día entre su población de 1,3 millones de habitantes, según las autoridades. Una vez se diagnostica un caso, los “rastreadores” identifican los últimos contactos del paciente y los convocan para realizarles la prueba.

Y aún si el test da negativo, deben guardar una cuarentena, explicó a la AFP Natalia Formento, una enfermera “rastreadora”. Luis Miguel García, al frente de la Sociedad Aragonesa de Medicina Familiar y Comunitaria, matiza los datos en la región: “Se están haciendo muchas pruebas, pero (se detectan) asintomáticos”, y no se sabe si esas personas son actualmente contagiosas o si lo fueron antes.

Según este médico, se debe tomar en cuenta la edad de la población de Aragón: “Se murió un paciente mío de 85 años con cáncer de colon. ¿Se ha muerto de coronavirus o con coronavirus?”. A principios de agosto, Javier Lambán, el presidente regional de Aragón, habló de una “tormenta perfecta”, entre “los excesos del ocio juvenil” y “los temporeros”, que suelen trabajar en condiciones precarias, usualmente sin papeles, y viven en condiciones insalubres. Además, este colectivo se desplaza de región en región en función de la temporada.

Lambán prometió implementar un dispositivo de control con policías, trabajadores sociales, personal de seguridad civil y personal sanitario para verificar que las personas diagnosticadas con coronavirus y sus contactos directos respeten la cuarentena en sus casas. Las visitas para comprobarlo deben comenzar próximamente, indicó una fuente regional a la AFP.

¿Tendría que sancionarse el incumplimiento del confinamiento? Para Melanie Salazar y  Julio Tapasca, de 18 y 21 años, la respuesta es afirmativa: “Estamos asustados por los jóvenes y toda la gente que no cumple las normas. Es culpa del gobierno, por la policía que podría ser más estricta, hacer multas mas fuertes”, dicen estos jóvenes mientras dan un paseo cerca de la basílica del Pilar.

La policía de Zaragoza informó a la AFP de que solo la primera semana de agosto tuvo que disolver 75 reuniones de jóvenes. Como ocurrió en el momento más fuerte de la epidemia, el ejército comenzó a instalar el miércoles un hospital de campaña de 400 m2 en el estacionamiento del hospital universitario de Zaragoza.
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