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¿Cómo va a organizar Brasil una Copa América en tiempo récord y en medio de una pandemia?

Tras el pedido de la Confederación Brasileña de Fútbol, el Gobierno de Jair Bolsonaro aceptó hacer el torneo en menos de dos semanas, pese a las críticas en el país y al aumento de casos de COVID-19.

Por: Federico Cornali / Anadolu

La Copa América 2021 estaba programada para ser organizada en conjunto por Colombia y Argentina. Sin embargo, ambos países renunciaron a la posibilidad de ser anfitriones por diferentes motivos. En el caso de Colombia, la situación social impide que allí se realice un evento deportivo de tal magnitud.

En Argentina, la pandemia por el coronavirus se encuentra en su peor momento, por lo que el Gobierno liderado por Alberto Fernández debió dar marcha atrás y también decidió no recibir a las delegaciones sudamericanas.

Con este cuadro desolador se encontró la Conmebol el domingo 30 de mayo, sin tener a quién recurrir. La propuesta de Chile no alcanzaba, porque ofrecían una sede compartida y no la organización total del evento. Llegaron a pensar en los Estados Unidos (y hasta en Israel) para albergar la competencia, pero la logística, en tiempos de COVID-19, se hacía imposible. Sobre todo si tenemos en cuenta que faltaban menos de 15 días para el inicio de la Copa América, que se disputará entre el 13 de junio y el 10 de julio.

El lunes siguiente, la Conmebol llamó a una reunión de emergencia con las federaciones de todos los países participantes. Era la última oportunidad. Enseguida, todas las miradas apuntaron hacia Rogerio Caboclo, presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), quien poco después fue denunciado por asedio sexual y moral, por lo que fue apartado de su cargo.

En condiciones normales, sería lógico, ya que Brasil fue el último anfitrión de la Copa América, en 2019, y es el país que tiene más estadios en condiciones. Sin embargo, la tercera ola de contagios por coronavirus es inminente y, según especialistas, tendrá su momento más álgido en la segunda quincena de junio.

A pesar de los 479.515 muertos por COVID en Brasil, Caboclo aceptó comunicarse con el Gobierno Federal para discutir la posibilidad. Para sorpresa de muchos, Jair Bolsonaro prometió hablar con sus ministros, pero dio una “luz verde” inicial que sorprendió a los presentes. Horas después, la Conmebol le agradecía al presidente brasileño y a la CBF por “abrirle las puertas al torneo deportivo más seguro del mundo”.

En minutos, la noticia repercutió en todo el mundo. Poco antes del anuncio, las calles de varias ciudades brasileñas habían sido invadidas por multitudes que repudiaron el accionar de Bolsonaro. Además, la situación de la pandemia, que se encontraba dentro de cierta estabilidad en Brasil, volvió a complicarse, de modo que el nuevo organizador de la Copa América reunía caos social y casos de coronavirus en aumento, los mismos motivos por los cuales Colombia y Argentina decidieron renunciar al evento.

Pero ya no había marcha atrás. La improvisada comisión organizadora, formada por el tridente Conmebol, CBF y Gobierno, comenzó a delinear las posibles sedes. Lo primero que se definió es que el estadio Mané Garrincha, de Brasilia, remodelado en 2013 para la Copa de las Confederaciones y el Mundial de 2014, sería el escenario de la apertura, el 13 de junio.

Para la final del torneo pensaron en el mítico Maracaná, de Río de Janeiro. El resto de las sedes podrían ser del Nordeste; inclusive Manaos, en Amazonas, donde se vivió una de las peores crisis sanitarias, fue sondeada.

La organización debió escuchar las negativas rotundas de los gobernadores y alcaldes de Porto Alegre (Río Grande do Sul), Recife (Pernambuco) y Natal (Río Grande do Norte). Sin embargo, recibió el visto bueno de Cuiabá (Mato Grosso), Salvador (Bahía) y Goiania (Goiás). “No nos opondremos si la CBF designa a Sao Paulo como sede”, sostuvo Joao Doria, gobernador paulista y enemigo político de Bolsonaro.

Además de sorpresa, la declaración de Doria causó muchísimo rechazo en el principal estado brasileño. Poco después, el mandatario dio marcha atrás en su discurso. “Tras una amplia consulta con todo el equipo de Salud acerca de la realización del evento, decidimos que recibir los partidos sería una mala señal, ya que nuestras energías tienen que estar puestas en detener al virus”, explicó Doria.

De todas maneras, no hacía falta la aclaración, porque Sao Paulo no entraba en los planes de las cabezas organizadoras. Durante la tarde del martes 1° de junio, fue el propio Bolsonaro quien se encargó de difundir que la Copa América se realizaría en la región Centro-Oeste, con sedes en Cuiabá, Goiania y Brasilia. La única ciudad que no pertenece al eje y que también será parte del torneo es Río de Janeiro.

Según la improvisada gestión del certamen continental, centralizar la competencia en una región ayuda a formar “una burbuja sanitaria” y evita que las delegaciones sufran largos traslados. El otro motivo, no oficializado, es que los gobernadores de las cuatro sedes mantienen una buena relación con el presidente Bolsonaro.

A la espera de la inminente tercera ola de contagios, las cuatro ciudades-sedes sumadas registran 989.536 casos de COVID-19 y se encuentran casi al límite de su capacidad hospitalaria. El caso más extremo es el de Río de Janeiro, que tiene 92% de las camas destinadas a casos de COVID ocupadas. Para intentar protegerse de una catástrofe, los gobernadores e intendentes involucrados en la organización le exigieron a la Conmebol y al Gobierno brasileño “que sean respetados los protocolos sanitarios contra la COVID, así como se hace en la primera y segunda división del fútbol profesional local”.

Dadas las garantías, el primer partido del certamen, entre Brasil y Venezuela, tendrá lugar en el estadio Mané Garrincha, de Brasilia. “La Conmebol ya nos envió el cronograma y nos aseguraron que se cumplirán todas las medidas sanitarias, por lo que no vemos problemas en recibir a las delegaciones”, sostuvo Ibaneis Rocha, gobernador del Distrito Federal y uno de los principales aliados de Bolsonaro. Además, en Brasilia también funciona el Palacio de Planalto, sede del gobierno brasileño.

Más allá de los protocolos sanitarios, las autoridades preparan medidas de seguridad para contener las protestas sociales. La capital federal de los brasileños suele ser uno de los principales escenarios para manifestaciones a favor y en contra del Gobierno. Inclusive, poco después de la designación de Brasilia como sede, un grupo de estudiantes se acercó al estadio Mané Garrincha para mostrar su repudio. “Hagamos como Colombia. No queremos Copa, queremos vacunas”, decía una de las pancartas.

Por otra parte, miembros de la oposición a Bolsonaro están organizando una movilización nacional para el próximo 19 de junio, lo que encendió las alarmas de todas las ciudades-sede.

A poco más de 200 kilómetros de Brasilia está Goiania, capital del estado de Goiás, que se convirtió en la gran sorpresa de la nómina que recibirá el torneo. A diferencia del resto de las sedes, la capital goiana no recibió partidos de la Copa del Mundo 2014 ni de la última Copa América, en 2019. Sin embargo, sí hospedó a las delegaciones Sub-17 que disputaron el Mundial de la categoría en Brasil, también en 2019.

Ubicada en el corazón de la región Centro-Oeste, Goiania albergará cinco partidos de la fase de grupos y dos de cuartos de final. Todos se disputarán en el Estadio Olímpico Pedro Ludovico Teixeira, que no suele ser utilizado por los dos equipos más populares de la ciudad, Goiás Esporte Clube (de la Serie B, es local en el Serra Dourada) y Atlético Goianiense (Serie A, estadio Antonio Accioly).

Tanto el gobernador de Goiás, Ronaldo Caiado, aliado de Bolsonaro -aunque tuvieron algunas disputas-, como el alcalde de Goiania, Rogerio Cruz, se mostraron favorables a la realización del certamen en su tierra. No obstante, el secretario de Salud del estado, Ismael Alexandrino, advirtió: “Tuvimos que discutirlo mucho, debido a que las delegaciones que llegarán a Goiás son extranjeras, lo que podría servir como tránsito de nuevas cepas. Hemos notado varios rebrotes de COVID-19 en las últimas dos semanas y eso preocupa”.

“El alcalde y el gobernador nunca nos consideraron para decidir si esta copa podría jugarse aquí. Lo cierto es que faltan medicamentos y no solo se trata de cumplir protocolos o de que se juegue sin público, porque las delegaciones son enormes y seguramente van a generarse diferentes aglomeraciones. Es una situación de muchísima desesperación desde que nos enteramos que la Copa América vendría a nuestro estado”, alertó la médica Carolina de Araújo Andrade, especializada en infecciones. En tanto, la ocupación en los hospitales de Goiás llega al 89% (en la capital, Goiania, escaló hasta el 83%).

La capital de Mato Grosso, Cuiabá, tiene experiencia en ser anfitrión de competencias internacionales. Su moderno estadio, Arena Pantanal, fue especialmente construido para la Copa del Mundo de 2014. Actualmente es utilizado por Cuiabá Esporte Clube, que está disputando la Serie A del Campeonato Brasileño por primera vez en su historia y es administrado por los hermanos Cristiano y Alessandro Dresch, empresarios de la industria del caucho, quienes junto a su padre, Aron Dresch (presidente de la Federación Matogrossense de Fútbol), contribuyeron para que la ciudad fuera elegida como una de las sedes de la Copa América.

A diferencia de los casos de Goiania y Brasilia, el alcalde de Cuiabá no está de acuerdo con la realización del evento, pero tuvo que ceder ante las presiones del gobernador de Mato Grosso, Mauro Mendes, del Partido Demócratas, una de las cartas principales de Bolsonaro rumbo a las elecciones presidenciales de 2022

“La CBF nos garantizó que no tendremos público en los juegos, que se cumplirán todos los requisitos sanitarios y, además, no tendremos que gastar un centavo. Entonces, ¿por qué no vamos a ser parte de este torneo con el cual podremos mostrarle Mato Grosso al mundo?”, explicó Mendes.

Sin embargo, Emanuel Pinheiro, alcalde de Cuiabá, no está de acuerdo con Mendes. “Manifesté que no es momento para Copa América, sobre todo por respeto a las miles de víctimas por COVID en nuestro estado y a los que hasta hoy sufren con el virus. Tendríamos que poner todas nuestras energías en la prevención, en obtener las vacunas e inmunizar a toda nuestra gente”, opinó quien administra una ciudad donde la ocupación de las Unidades de Terapia Intensiva (UTI) ya superó el 87%.

Debido a que el Campeonato Brasileño y la Copa de Brasil no interrumpirán su marcha durante la Copa América, Flamengo y Fluminense, los equipos de Río de Janeiro que suelen ser locales en el estadio Maracaná, están buscando “hogares” improvisados en el interior del estado, mientras el mítico recinto es ocupado por el certamen subcontinental, aunque solo se disputará la final allí. Sin dudas, será Botafogo, otro de los clubes cariocas, el más perjudicado. El Nilton Santos, su estadio, albergará cinco juegos de la fase de grupos, uno de cuartos de final y otro más de las semifinales.

A pesar de que en principio el alcalde de la Ciudad Maravillosa, Eduardo Paes, se negó a ser parte de la competencia, una reunión con el gobernador del estado, Claudio Castro, lo cambió todo. “Si se juegan partidos de la Copa Libertadores y Sudamericana aquí, y si la ciudad está abierta al turismo, no entiendo cuál sería el motivo para negarnos a recibir la Copa América, que cuenta con mejores protocolos de seguridad”, justificó el gobernador.

Cabe destacar que los comités científicos de la ciudad y del estado de Río de Janeiro, creados exclusivamente para combatir la COVID-19, dijeron que no fueron consultados antes de la decisión. “Nadie nos preguntó nada. En mi opinión, un evento de esta magnitud solo contribuye a aumentar el riesgo de contagios en la ciudad”, alertó Alberto Chebabo, vicepresidente de la Sociedad Brasileña de Infectología e integrante del Comité Científico de la Alcaldía de Río de Janeiro. “Tendremos delegaciones extranjeras, prensa internacional y miembros de la organización circulando de aquí para allá”, agregó el especialista.

El número de fallecidos por coronavirus en el estado de Río de Janeiro es de 52.094, el segundo peor registro nacional detrás de Sao Paulo (115.960). En la capital fluminense, la ocupación de los hospitales supera el 92%. “Hasta hace unos días estábamos todos confinados y hoy traen una Copa América a nuestra ciudad. El ejemplo que le dan a la gente es pésimo, pues parece que es momento de relajar, de hacer fiesta, cuando sabemos que es todo lo contrario”, protestó María Rita Lopes dos Santos, docente universitaria que reside en Río de Janeiro y ya contrajo COVID en octubre de 2020.

El llamado de emergencia a Bolsonaro y la respuesta positiva del presidente brasileño evitó pérdidas por más de 100.000.000 de dólares a la Conmebol. La entidad del fútbol sudamericano, por su parte, aseguró que su motivación no es económica. “Tendremos grandes pérdidas económicas, pero ese no es el punto. Nuestro objetivo es que las selecciones sudamericanas no pierdan competitividad de cara a la Copa del Mundo de Catar, en 2022”, publicó la confederación en una nota oficial. “La realización de este torneo (Copa América) encontró una inexplicable y subjetiva oposición, basada en preconceptos y no en datos reales”, agregaron en el comunicado.

Algunos futbolistas que actúan en el fútbol brasileño y disputarán la Copa América, como los uruguayos Matías Viña (Palmeiras) y Giorgian De Arrascaeta (Flamengo), manifestaron su preocupación por jugar en un país con 479.515 fallecidos por la pandemia. ​​​​​​​

“Personalmente, creo que deberían suspenderla. Sabemos cómo está la situación. Pero si hay que jugarla, tendremos que hacerlo”, opinó Viña. “Son pocos países en el mundo los que no viven esta situación complicada, y Brasil no es uno de ellos. No es el momento indicado para hacer una Copa América aquí”, dijo De Arrascaeta, que hace pocos días arrojó un positivo por coronavirus y permanecerá aislado en un hotel de Montevideo, donde se encontraba con su seleccionado.

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